Prensa regional

LOS ORÍGENES

En 1792 comienza en Santander a funcionar la primera imprenta. Su propietario, Francisco Xavier de Riesgo y Gonzelarena, era un palentino que fue contratado por el obispo Rafael Thomás Menéndez de Luarca. En ese taller empezaron a imprimirse las escrituras, papeletas de pago y ordenanzas sobre el régimen y conservación del camino real a Burgos, así como certificaciones de matrícula de la escuela de Náutica y Dibujo y ordenanzas de todo tipo.

El Santander de la época estaba evolucionando de villa a ciudad. Los hijos de los comerciantes y artesanos propiciaban un avance social y comercial que hizo posible que en 1809 se imprimiera un cuaderno informativo de breve formato que no tuvo continuidad hasta 1813. Entre esta fecha y 1844, año en que comenzó a editarse El Diario de Santander, muchos fueron los intentos, frustrados todos ellos, de poner en marcha un semanario.

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LAS CORTES DE CÁDIZ

El primer periódico oficial de Santander llamado "protohistórico" llevaba por nombre La Gazeta de Santander y tiene fecha de 1809. Lo mandó publicar el gobernador militar y jefe político de la provincia, Francisco de Amoros y Hondeano, que había sido nombrado por Napoleón. Eran doce folios sin pie de imprenta y tampoco llevaba numeración que indicara continuidad. Se tiene constancia al menos de otro ejemplar, fechado el 23 de marzo de ese mismo año.

La Gazeta de Santander daba cuenta de la marcha de la ocupación francesa y de los designios del Emperador al respecto. Una de las noticias relevantes publicadas en el citado periódico fue la condena a muerte del obispo Menéndez de Luarca, curiosamente quien contrató al primer editor de la ciudad. Según La Gazeta de Santander el obispo era un traidor enemigo de Francia y España y por ello debía ser pasado por las armas.

En 1813 nace El Montañés, un semanario que salió a la calle once meses después de que las tropas napoleónicas se retiraran de la ciudad. El editor de esta publicación, Bernardino Serrano, era un funcionario de Aduanas a quien la historia otorga el indudable honor de haber sido el fundador de la prensa montañesa.

Con los absolutistas en contra y una opinión pública que le consideraba revolucionario, El Montañés no pudo lograr que la imprenta de José Manuel de Mendoza tirase más de dos números. Cuando su editor, Bernardino Serrano, recurrió a la imprenta regentada por Francisco Xavier de Riesgo, obtuvo una segunda negativa. Serrano acudió a los tribunales amparándose en la Constitución de Cádiz que contemplaba "el derecho a escribir, imprimir y publicar las ideas sin necesidad de licencia". El impresor Riesgo fue multado y arrestado, pero sus influencias le valieron el levantamiento del arresto y Serrano no consiguió seguir editando su semanario.

En su lucha por las ideas innovadoras, Bernardino Serrano saca a la calle El Observador Imparcial en mayo de 1814. Pero un día antes de que el nuevo semanario viera la luz, Fernando VII, que había vuelto a España en abril, firma el decreto que anula la Constitución. Tuvieron que pasar cinco años, y con la Constitución restablecida, para que este pertinaz cántabro volviera a aventurarse en otros dos semanarios: El Constitucional y El Semanario Cántabro. Del primero se imprimieron ocho números, mientras que el segundo, que se vendía a cinco cuartos, no pudo sobrevivir más allá de cinco meses acuciado por los problemas económicos.

LA GUERRA CARLISTA (1833 - 1838)

Entre 1822, año en el que circuló un semanario titulado El Imparcial santanderiense, y 1833, en que aparece el Boletín Oficial de la Provincia de Santander, no hay referencias de que en la ciudad se publicara cabecera alguna. Un período que los historiadores de la prensa santanderina han calificado como la "década ominosa".

El Boletín pasó a ser, sin solución de continuidad, El Cántabro y, en septiembre de 1836, Boletín de Santander. Entre esa última fecha y marzo de 1837 aparecen El Argos, El Lince y El Boletín Oficial de Santander. Todos ellos posicionados claramente a favor del orden constitucional de Isabel II. Así se podía leer en El Lince: "Guerra a dos Carlos y odio eterno y execración perpetua al despotismo donde quiera que se halle...". La información sobre las escaramuzas entre los constitucionalistas y los carlistas que tuvieron como escenario la provincia ocuparon buena parte de las páginas de esas publicaciones.

En 1850 comienzan a publicarse en la ciudad los primeros periódicos diarios. De esa época data la aparición de la publicación de más larga existencia después de El Boletín de la Provincia. El nuevo diario, denominado El Boletín de Comercio, salió a la calle el 5 de agosto de 1839 con el objeto de informar a comerciantes, armadores y consignatarios de todo lo relacionado con su actividad. A pesar de su exiguo formato, una hoja muy pequeña, esta publicación es considerada hoy como la crónica viva de más de medio siglo de la ciudad, muy especialmente del período de esplendor del puerto, cuando Santander llegó a ser conocida como la "Liverpool" de España.

De las publicaciones posteriores de esta época cabe resaltar El Vigilante Cántabro, que duró tres años. Y entre 1842 y el 1849, ocho semanarios más, algunos literarios, y uno, El Buzón de la Botica, que se autodenominaba "publicación pseudo-periódica", según rezaba su cabecera.

Concha García Campoy y Juan Antonio Prieto en el homenaje ante la estatua que, muy cerca de la playa de El Sardinero, en Santander, recuerda al periodista y poeta José del Río "Pick"

APARECEN LOS DIARIOS

Una delegación de la FAPE y la Asociación de la Prensa de Cantabria rinden homenaje al primer director de El Cantábrico, José Estrañi, junto al monumento que le recuerda en el santanderino Paseo de Reina Victoria

La segunda mitad del siglo XIX abre paso a la aparición de periódicos diarios en Santander. El 1 de junio de 1849 se publica El Diario de Santander que cierra en diciembre de ese mismo año. Su propietario y director, Herrera San Martín, tenía una agencia de negocios dedicada a la compraventa de toda clase de géneros y artículos, funcionando, además, como casa de préstamos. Esta publicación no se ocupaba de la política y daba noticias de orden práctico y curioso. De tirada limitada, era repartido a domicilio entre sus suscriptores.

En octubre de 1850 aparece El Diario Mercantil de Santander. Dirigido a sectores navieros y comerciales. Desaparece en diciembre de ese mismo año.

En los años posteriores aparecen y desaparecen cabeceras de todo tipo: semanarios literarios, periódicos nocturnos y publicaciones menores como El Duende que, según hacía constar, era un "periódico nocturno consagrado al bello sexo y a los dilettanti", o La Pulga, "periódico saltarín y chismográfico".

En 1856, la ciudad recupera cabecera diaria con la aparición de La Abeja Montañesa. Este periódico, fundado por Castor Gutierrez de la Torre, acogió en sus páginas a una juventud preocupada por los temas artísticos y literarios que de las tertulias saltaba a las columnas de la prensa para formar una elite de escritores "furibundamente montañeses". En sus páginas se estrenó en el periodismo el novelista constumbrista José María de Pereda, escondido tras una "P" al pie de sus artículos.

Con pocas incursiones en la esfera política, La Abeja Montañesa atravesó, sin tomar posición, algunos de los períodos más difíciles y convulsos de la historia española. Sus comentaristas se ocuparon fundamentalmente de la literatura, las variedades, el teatro, la moda y el urbanismo. Fue precisamente este último tema en el que la publicación se mostró especialmente crítica, puesto que la ciudad atravesaba una fiebre demoledora, en la década de los años 60, con el derribo de numerosas casas viejas para construir nuevos edificios.

Otra publicación de esta época fue El Tío Cayetano, un semanario, proyecto personal del novelista José María de Pereda, de carácter satírico en el que destacaba la crítica teatral.

CABECERAS HISTÓRICAS

Los movimientos sociales, económicos y políticos que trajo consigo el cambio de siglo marcan una nueva etapa en la prensa santanderina. Citar todas las publicaciones que aparecieron y desaparecieron a lo largo de este período sería imposible, pero sí es obligado citar a aquellos periódicos que marcaron hitos importantes en la opinión pública cántabra de la época.

El Atlántico, dirigido por Enrique Gutierrez-Cueto, salió a la calle en mayo de 1886. Con un plantel de lujo, en el que se daban cita importantes intelectuales de la región, puede considerarsele el precursor de la prensa local del nuevo siglo. De gran formato y prietas columnas, este diario dio muestras desde sus primeros números de gran mesura en sus críticas, sin perder jamás altura en las polémicas. Su línea liberal dinástica y católica fue calificada, con el paso del tiempo, de posibilista.

Cronista de importantes acontecimientos, El Atlántico informó desde los veraneos de Benito Pérez Galdós en Santander, al paso por la ciudad de Rubén Darío en 1892. La gran tragedia del "Cabo Machichaco", en noviembre de 1893, ocupó buena parte de las páginas del periódico durante bastantes días.

La presencia de nuevos periódicos que le hacían la competencia, como La Atalaya y El Cantábrico, acabó con una trayectoria marcada por la ecuanimidad informativa. El Atlántico dejaba de publicarse el 31 de marzo de 1896.

Adscrito a la fracción de Unión Republicana aparece, en julio de 1893, La Región Cántabra, un semanario fundado y dirigido por Antonio Pérez del Molino. La lacerante situación en Cuba y la presencia de los harapientos soldados repatriados pidiendo limosna en las calles de Santander fueron motivo de furibundos editoriales y campañas antiyanquis en el citado periódico. La Región Cántabra cerró en octubre de 1896.

En 1893, el obispo de la ciudad, Sánchez de Castro, había deidido crear un periódico nuevo por y para católicos: La Atalaya. Pocos meses después de estar en la calle se produce la catástrofe del "Cabo Machichaco" y fue tal el despliegue informativo que realizó este periódico con dibujos, fotografías e informaciones de todo tipo, que su impresor, Lorenzo Blanchard, tuvo la iniciativa de editar el "Libro de la catástrofe". Esta es una de las aportaciones más importantes que para la historia de Santander realizó La Atalaya. De los varios directores que estuvieron al frente de su redacción, cuentan las crónicas que hubo uno llamado García Núñez con pinta de nihilista ruso y barbas de mujik que concordaban poco con el espíritu conservador del diario. Se dice que García Núñez iba siempre armado de un revólver que ponía en su mesa junto al tintero y que una vez que acudieron a su despacho unos reclamantes fueron recibidos a tiros.

Bajo la dirección del escritor y periodista José del Rio, "Pick", el periódico reflejó el tenso ambiente de transición de la postguerra europea. La tertulia de La Atalaya se hizo famosa en la ciudad porque a altas horas de la noche la calle San Francisco se llenaba de la algarabía de las discusiones provenientes de la redacción. No había personaje importante que pasara por la ciudad que no recalara en la tumultuosa reunión. Desde Eugenio D´Ors a Ignacio Sánchez Mejías, entre otros numerosos personajes de las letras, el arte o el mundo del espectáculo, se dieron cita en las tertulias atalayeras.

Uno de los éxitos de La Atalaya fue cubrir con corresponsal propio la campaña de Melilla que siguió al desastre de Annual en 1921. El golpe de estado de Primo de Rivera imposibilitó la continuidad de esta publicación de marcada tendencia política y en julio de 1927 cerró no sin antes dejar clara su postura en un editorial: "Es el nuestro un periódico que ha llegado a tener tal personalidad y carácter, que darle personalidad y carácter nuevo sería violentar su naturaleza. Además sería un sacrilegio. Algo así como si se quisiera convertir una basílica en una central eléctrica".

Competidor ideológico y periodístico de La Atalaya fue El Cantábrico, diario fundado en 1895 y que contaba con imprenta propia. Su director, José Estrañi, que llegaría a vivir en Santander cuarenta y dos años, era de origen albaceteño, pero con carta de naturaleza en la capital montañesa.

El Cantábrico se presentaba con un corte más moderno que sus rivales y un estilo más correcto aunque no exento de agresividad si la ocasión lo exigía. La guerra de Cuba tuvo en el periódico fiel reflejo, mostrándose en todo momento encendidamente patriótico. Era un modo de sostener los fervores populares, pero la pasión opinativa con la que se trataba el tema llevó a subestimar el poderío militar y naval de Estados Unidos, como pudo confirmar la historia posteriormente.

Por las secciones culturales de El Cantábrico sabemos hoy del inicio del cinematógrafo y el fonógrafo en la ciudad, allá por el año 1898, y dónde y cómo se proyectaban las películas relizadas por los pioneros Lumiere y Edison.

Cuando el novelista canario Pérez Galdós estableció su quinta de trabajo y vacaciones en La Magdalena, Estrañi se convirtió en uno de sus mejores amigos, hasta el punto de que colaboró en un libreto para una ópera basada en la novela galdosiana, "Electra".

El republicanismo de Estrañi no fue obstáculo en su fidelidad a los principios de la información objetiva. Las noticias de los veraneos reales, así como la decisión municipal de ofrecer a don Alfonso de Borbón la península de La Magdalena para construir el palacio de verano, encontraron amplio espacio y decidido apoyo en El Cantábrico. Sin embargo, su laicismo le acarreó serios problemas con las autoridades eclesiásticas que llegaron a amenazarle con la excomunión.

El paso de Estrañi por El Cantábrico marcó una etapa en la que el periodismo dejó de ser de disputa para entender la necesidad de la convivencia. Sólo las publicaciones menores y de escasa audiencia seguían debatiéndose en escaramuzas de grandes gritos y poca monta.

Con la muerte de Estrañi, en 1919 se abre un proceso de cambios en el periódico. Siendo director Tomás Rivero se instala la primera rotativa de la ciudad, bendiciendo la máquina el obispo, Juan Plaza, detalle éste, que puso de manifiesto un intento de acercamiento, sin perder su esencia de periódico liberal, independiente y laico, al obispado, al que no había ahorrado críticas desde su nacimiento.

La definitiva desaparición de El Cantábrico, que había dejado de publicarse el 27 de junio de 1937 por orden del Frente Popular, se produjo con la llegada a Santander de las tropas "nacionales" en agosto de ese mismo año. Sus talleres, controlados por la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda del nuevo régimen, sirvieron para imprimir un efímero diario llamado España y posteriormente Alerta.

EL SIGLO XX

El Diario Montañés aparece en 1902 bajo la tutela del obispo Sánchez de Castro y la dirección del aragonés Angel Quintana Lafita, que había llegado de Madrid con merecida fama de contar con un excelente bagaje doctrinal y una profunda cultura humanística. Instalado en los bajos del palacio de Macho, el nuevo diario no contaba con una tirada amplia, pues la masa popular prefería las amenidades de su coetáneos La Atalaya y El Cantábrico. Eran tiempos difíciles por los enfrentamientos derivados de la inestable situación política que tenían un reflejo en la vida local. La persecución religiosa alcanzaba expresiones aflictivas para el clero y los católicos, que tenía en el El Diario a su máximo valedor. En 1925 se jubila Angel Quintana, dando paso en la dirección de El Diario Montañés a Joaquín Arrarás, un joven periodista formado en la Escuela de El Debate -el periódico católico madrileño- que supo dar al enquistado periódico un espíritu más moderno. Arrarás se consideraba a si mismo "un doctor que había venido para curar al periódico de un amago de hemiplejia. Había que devolverle movimiento y fortalecerlo con transfusiones y tónicos", escribiría. Con esta filosofía consiguió de la empresa la construcción de un edificio en la calle del Arcillero, donde instaló una máquina "Duplex" y un taller de fotograbado. Cambió el formato y dio a las informaciones un carácter parecido al que entonces imperaba en la prensa madrileña.

Entre las informaciones que El Diario Montañés cubrió con relevancia están las de los milagros del Cristo de Limpias y las dedicadas a la inauguración de la Casa de Salud Valdecilla. Correspondió a Arrarás hacer frente en el terreno informativo a los acontecimientos más vidriosos de la Dictadura y de la Monarquía. La despedida a los reyes don Alfonso y doña Victoria, en el verano de 1929, contó con el respaldo de El Diario Montañés, enteramente solidario y comprometido con la causa monárquica. Pocos días antes de la sublevación de Jaca, Arrarás deja la dirección del periódico dando paso a Melchor Ferrer, fogoso tradicionalista cuyos editoriales se movían por un objetivo único: la vuelta de la Monarquía. Durante el año 31 las amenazas y los asaltos por elementos revolucionarios planteaban problemas al periódico que gracias a la experiencia de Ferrer logró conjurar los malos augurios que se cernían sobre el. Las huelgas salvajes mantenían en vigilia al diario y sobre las mesas de la redacción se posaban pistolas, así como un mosquetón y un rifle que, afortunadamente, nunca fueron usados.

En 1936 El Diario Montañés fue incautado y su organización giró bajo el control obrero de los propios tipógrafos. Con la entrada de las tropas "nacionales" El Diario pasó de nuevo a sus propietarios, continuando su andadura hasta el año 41 en que el incendio de la ciudad destruyó su edificio, dejando la maquinaria tan mal parada que el periódico tuvo que tirarse durante meses en una imprenta de Palencia. Desde entonces hasta hoy, El Diario Montañés ha ido en constante evolución. Por él pasaron importantes profesionales de la prensa cántabra y en su redacción se han forjado sucesivas generaciones de periodistas.

Lo que fue considerado por sus socios fundadores como un "proyecto romántico" ha llegado a nuestros días como cronista de excepción de la vida de Cantabria en en el siglo que está a punto de terminar. El Diario, que desde 1979 dirige Manuel Ángel Castañeda, es en la actualidad el periódico de mayor tirada de la región. En 1979 la participación mayoritaria del Obispado de Santander en el accionariado del periódico pasó a manos de un grupo de empresarios y profesionales de la región. Actualmente El Diario forma parte del GRUPO VOCENTO.

LOS FELICES 20 Y LA II REPÚBLICA

En pleno apogeo de la dictadura de Primo de Rivera, surge el diario vespertino La Región. Dirigido por Victor de la Serna, su primer número sale a la calle el 3 de abril de 1924. La primera época de este diario está marcada por una vocación regionalista acorde con el título de su cabecera. "Todo por nuestro pueblo y por nuestra provincia" era una de sus máximas expresadas editorialmente.

La línea intelectual y literario que Victor de la Serna imprimió en sus dos años de mandato cambió con su sucesor en la dirección, Epifanio Buján. A la caída de la dictadura primoriverista, La Región se declaró abiertamente progresista, y republicana desde poco antes de abril de 1931, con evidentes coqueteos con el socialismo.

A Buján le sustituye Luciano Malumbres, conocido en la ciudad por ser el presidente del Ateneo Popular. Con Malumbres La Región inicia una etapa marcada por las turbulencias que atravesaba el periodismo local y el proceso revolucionario en la provincia. Sus columnas encendidas y sus campañas que, a veces, caían en el libelo, llevaron a su director a la tragedia. Una tarde, cuando departía con unos amigos en el bar "La Zanguina", Malumbres fue muerto a tiros por unos pistoleros de Falage. El atentado, que causó una fuerte conmoción en la ciudad, dio lugar a días de confusión y de miedo.

El 18 de julio de 1936, conocida la sublevación de una parte del Ejército contra la República, Matilde Zapata, viuda de Malumbres, se hace cargo de La Región agudizando sus posiciones radicales e intentando ser portavoz de unas fuerzas que no compartían sus extralimitaciones. A pesar de sus posiciones revolucionarias La Región no recibió del Frente Popular trato de favor, viéndose sometida la publicación al mismo trato recibido por los demás periódicos locales. El cierre de La Región se produjo el 29 de junio de 1937, dos meses antes de la entrada de las tropas nacionales en Santander.

En agosto de 1927 había nacido La Voz de Cantabria, diario fruto de la fusión de La Atalaya y El Pueblo Cántabro. Los conservadores montañeses, escindidos entre mauristas y liberales conservadores, llegan a un entendimiento para sacar un periódico que se autotitula "defensor de la Montaña". Se confió la dirección a José del Río Sainz y la jefatura de Redacción a Antonio Morillas. El primero se decantó por la línea literaria apartándose del espíritu combativo que había desarrollado con anterioridad al frente de otras publicaciones.

Con veinte páginas y abundante información gráfica a cargo de los fotógrafos hermanos Quintana, La Voz de Cantabria contaba con un importante plantel de colaboradores. Además introdujo la novedad de editar como regalo para sus lectores fotografías en huecograbado de monumentos artísticos de la Montaña. Bajo el mandato de Arnáiz de Paz, su segundo director, el periódico empezó a salir también por las tardes. Ecuánime, circunspecto y de juicio frío, Arnáiz comprendió, al implantarse la II República, el 14 de abril, que la burguesía lectora de su periódico debía mantenerse dentro de un ponderado sentido democrático. Su adscripción al republicanismo maurista provocó su detención por la policía del Frente Popular, permaneciendo en prisión hasta agosto de 1937. Tiempo después Arnáiz marcharía a Perú donde ejerció como agregado de Prensa en la embajada española.

La Voz de Cantabria dejó de publicarse como el resto de periódicos durante la guerra civil. En agosto de 1937, cuando entran en Santander las tropas del general Franco, El Diario Montañés se hace cargo de su maquinaria y de todos sus derechos, pasando a formar parte de su Consejo de Administración algunos de los antiguos propietarios del desaparecido periódico.

LA GUERRA CIVIL

El deseo de la Asociación de la Prensa, de tener una publicación propia dio lugar a La Hoja del Lunes. La génesis de esta empresa, que vio la luz el 22 de abril de 1935, fue estimulada durante la visita del entonces ministro de Estado Alejandro Lerroux en una modesta recepción que se celebró en la trastienda de la armería Alberdi de la calle San Francisco.

Las cuatro páginas con las que se estrenó La Hoja se editaban en los talleres de El Diario Montañés y contenían de forma apretada un resumen de la actualidad internacional, nacional y local. La primera etapa del periódico se distinguió por su asepsia política, línea informativa que se interrumpió con la incautación que llevó a cabo el Frente Popular. En este período sus páginas se transformaron en una especia de boletín de órdenes y disposiciones oficiales, así como en estafeta de los milicianos combatientes en los frentes de batalla provinciales.

Pasada la contienda civil, La Hoja volvió a manos de la Asociación de la Prensa y después de varios cambios en la dirección reanudó la línea informativa interrumpida por la guerra. El incendio de la ciudad en el año 41 destruyó los talleres de El Diario Montañés y también la sede de la Asociación, por lo que hubo que recomenzar a los pocos meses.

Si la política no pudo acabar con La Hoja después de atravesar tantos avatares, sí pudo hacerlo la competencia entre empresas periodísticas. La decisión de salir los lunes, tomada por el diario Alerta, secundado más tarde por El Diario Montañés, supuso el acta de defunción de una publicación emblemática en la prensa regional. El último número de La Hoja del Lunes apareció el 9 de julio de 1984. Casi medio siglo de la historia de la región había pasado por sus páginas.

El 27 de junio de 1937, los mandos militares y civiles de Euzkadi y Santander acordaron suspender los tres periódicos locales -El Cantábrico, El Diario Montañés y La Voz de Cantabria- para sustituirles por otro único bajo la cabecera de La República. Se trataba de unificar mensajes en una difícil situación política y militar, con los ejércitos "nacionales" a punto de tomar ambas regiones, y, también, de una medida impuesta por la falta de papel y tinta.

El Frente Popular confío la dirección de La República a Bruno Fontana, uno de los refugiados vascos del que se decía era agente del Komitern (Internacional comunista dominada por Stalin). Fontana, buen conocedor del oficio, tuvo que formar una redacción de periodistas improvisados y sacó a la calle el diario único el 29 de junio con cuatro páginas tiradas en los talleres del incautado La Voz de Cantabria.

Con el objetivo declarado de mantener la moral de las masas y especialmente de los milicianos, La Voz se presentaba en su artículo inaugural como "clarín de combate y periódico de la guerra". A medida que se acercaba el desenlace de la contienda los "gritos" tipográficos de La República combinaban los llamamientos a la unión y a la lucha con los silencios que la retaguardia exigía para no afectar a la moral de los combatientes. Con las avanzadas nacionalistas entrando en Torrelavega el informador del frente escribía: "La resistencia tenaz nuestra puede costarle a los invasores una catástrofe".

La antevíspera del 26 de agosto, la carretera de Torrelavega se convirtió en una riada de fugitivos hacia Asturias. En los muelles de Santander miles de personas aterrorizadas se disputaban un lugar en cualquier cosa que flotase. La tarde del 25 de agosto las avanzadas italianas ya estaban Maliaño. Las brigadas navarras se encargaron de cerrar el portillo occidental en Soto de la Marina. Ese día ya no se publicó La República. La ciudad quedó en manos de una Junta de Defensa que proclamó la ley marcial en las calles a son de tambor y corneta.

Entre los servicios de retaguardia de los "nacionales", llegados a Santander en la mañana del 26 de agosto de 1937, había una Delegación de Prensa y Propaganda con instrucciones de publicar un periódico. Para acometer la tarea se nombró a un falangista, Patricio Canales, quien procedió a la incautación de las instalaciones y talleres de El Cantábrico para sacar al día siguiente un periódico llamado España. La única hoja de que constaba, de doble tamaño que las habituales, daba cuenta de aquellas jornadas históricas con las órdenes de la autoridad militar e instrucciones a la población tendentes a la normalización de la vida ciudadana. España continuó saliendo con su insólito formato durante seis días, para dar paso, inmediatamente, a un nuevo periódico, Alerta, al que circunstancialmente sirvió de puente.

LA PRENSA REGIONAL DEL SIGLO XX

El nacimiento de Alerta, se produce el 4 de septiembre de 1937. Su presentación era una síntesis de la nueva situación: "Camaradas! Ya no son hojas tiradas a pistoletazos. Este es un diario en hojas grandes y claras para que nos entiendan los hidalgos de esta tierra, los obreros del taller, y del campo. Para que todos sepan que queremos la Patria, que queremos el Pan y que queremos la Justicia".

La doctrina joseantoniana y el aparato nacionalsindicalista se empeñaron desde las columnas de Alerta en una propaganda insistente y machacona, con promesas de un futuro lleno de esperanza. Mensajes dirigidos a una población traumatizada por el drama fratricida que acaba de vivir.

A finales del año 40 la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda nombra director de Alerta a Francisco de Cáceres y Torres, periodista formado en la Escuela de El Debate. Cáceres reorganiza la redacción incorporando a profesionales santanderinos y poniendo al frente de la misma a Antonio Morillas.

El incendio de la ciudad en 1941 también destruye las instalaciones de Alerta. Parte del equipo del rotativo se traslada a Bilbao para tirar el periódico en los talleres de El Correo Español-El Pueblo Vasco. Este período de provisionalidad duró quince meses hasta que Alerta pudo reanudar sus tareas en un chalet de la calle Santa Lucía.

Los problemas derivados de la situación económica del país y la restricción del papel prensa afectaron al periódico en esta etapa hasta el punto en que había largas temporadas en que sólo contaba con una hoja de papel y de una calidad pésima. Finalizada la Segunda Guerra Mundial y en la medida que España recupera la consideración diplomática internacional, las páginas de Alerta comienzan a reflejar ese inicio de la recuperación económica del país, que corre parejo al proceso de afianzamiento del Régimen franquista.

La evolución de la vida ciudadana y una especial atención a las nuevas tendencias de las artes y las letras tienen en Alerta espacio relevante. En sus páginas los lectores empezaron a conocer a poetas y escritores como José Hierro, Carlos Salomón, Julio Maruri y Leopoldo Rodríguez Alcalde, entre otros. Tertulias, exposiciones y todo tipo de actividades cimentaron la gran influencia social que el diario alcanzó en la sociedad santanderina.

En 1964 Alerta celebró sus bodas de plata en el edificio de la calle Marcelino Sanz de Sautuola con instalaciones y material modernísimo, como el servicio de telefoto y los despachos telegráficos de la agencia Pyresa. Se hicieron famosos sus premios al deporte con las galas del Alerta de Plata que reunían en sus celebraciones a lo más notable de la sociedad cántabra.

Después de más de cuarenta años al frente de Alerta, Francisco De Cáceres cesa como director. Desde 1982 el periódico ha contado con varios directores: Francisco Freixenet, Juan G. Ibañez, Emilio Gómez Vega, Víctor Gijón y Juan Luis Fernández. Actualmente el presidente del Consejo de Administración y Editor, Ciriaco Díaz Porras, ha asumido, también, las funciones de director del rotativo.

Hoy Alerta sigue acudiendo a la cita con sus lectores desde sus modernas instalaciones de Peñacastillo. Desde 1984 el periódico es propiedad de CANPRESA, empresa presidida por Díaz Porras. El periódico fue adquirido por la citada empresa en pública subasta convocada por el Gobierno para dar salida a los periódicos de la antigua cadena del Movimiento, agrupados desde la restauración de la democracia en los denominados Medios de Comunicación del Estado.

Entre los periódicos editados en Cantabria durante la segunda mitad del presente siglo destaca la edición de Cantabria de La Gaceta del Norte, que estuvo dirigida por Jesús Delgado. El Cántabro, revista mensual editada en Torrelavega, la edición para Cantabria de Diario 16, El Norte, primero semanario y después diario, y Cantabria Económica, revista especializado en temas económicos y de periodicidad mensual, son algunas de las publicaciones que vieron la luz en Cantabria en los últimos años. De ellas sólo Cantabria Económica sigue publicándose en la actualidad.